Al llegar a casa, fuimos recibidos por los escandalosos ladridos de mis pequeños cachorros, mis queridos perritos de raza pastor alemán. Estaban entusiasmados de vernos, pero tuve que ponerme enérgico para que no molestara a mis estimables visitas. Aunque la pequeña Dana era temerosa, poco a poco se fue acostumbrando a la presencia de mis cachorros y empezó a hablarles, aunque prefirió mantenerse a distancia.
- ¡Son muy bonitos! – Exclamó Dana, mientras su delicada mano acariciaba a uno de mis cachorros.
- ¿Aquí viven contigo? ¿Tienes más mascotas? ¿Juegas con ellas? ¿Qué les das de comer? ¿No muerden? ¿Cómo se llaman? ¿Ellos cuidan la casa? ¿Los sacas a pasear? ¿Dónde se refugian? ¿Están entrenados? -, me hizo esta serie de preguntas sin darme oportunidad a contestar puntualmente a cada una de ellas, pues a penas iba a articular palabra para responderle, ya estaba hostigado por otra pregunta que reclamaba prioridad por ser la última en aparición.
- ¡Caramba! ¡Son muchas preguntas! Intentaré contestar todas las que me acuerde, si me no me bombardeas con más preguntas mientras respondo; tu lengua va tan rápido como tu procesador, Dana. Eres sorprendente. Supongo en la Universidad tus profesores ya estarán habituados a tu lluvia de preguntas; quién sabe si logren estar a tu altura, si satisfacen toda tu curiosidad y ansias por aprender; no les debe ser fácil llenar un pozo profundo que absorbe con la velocidad de la luz todo conocimiento que le llega. Personas como yo, seguro te resultaremos aburridas; ¿no lo crees pequeña? Pero, déjame platicarte un poco de mis mascotas para, de alguna manera, dar respuesta a tus preguntas, las más de ellas.
- Mira – continué -, ella es Gretel; y, el otro travieso que anda husmeando el bolso de tu mamá, quizá haya encontrado chocolates, se llama…
- ¡Hansel!, me interrumpió la pequeña.
- ¿Cómo lo supiste, Dana?
- Porque mi mamá me contaba esa historia de los niños que se pierden en el bosque cuando yo era chiquitita; me lo contaba antes de dormir. ¿Y ellos -refiriéndose a los cachorros- mataron a la bruja?
Susana y yo nos reímos un poco, y su mamá le contestó:
- ¡Sí, se comieron a la bruja y también te comerán a ti! – palabras que dijo Susana en tono de broma.
- ¿No me comerán; verdad? – me preguntó Dana, con el rostro serio y mostrando algo de angustia, mostrando que, en el fondo, la inteligencia y el conocimiento adquirido hasta sus 11 años, no le habían borrado su ingenuidad y su inocente pensar.
- Tranquila, Dana; ellos sólo comen chocolates, no bombones – le contesté para serenarla, también matizando mi entonación con cierto toque de broma.
- Pero ustedes sí deben tener, hambre – agregué -; así que pasemos y comamos lo que compramos en la tienda. ¿Qué les parece?
Accedieron. Atravesamos la entrada, y cada paso se alternaban comentarios de “¡Wow! ¡Qué bonita casa! ¡Qué hermosas flores! ¡Estos adornos son maravillosos!” Parecía que les hubiera encantado mi modesta casa a orillas de la ciudad. Y sólo respondía con un breve “¡Gracias!”. Finalmente, abrí la puerta para ingresar al interior de la casa. Pero antes, luego de haber dejado a mi SUV en su cajón de estacionamiento bajo un tejado que está a mano izquierda a penas se atraviesa el portón de entrada de mi propiedad, cerré el portón de entrada. Así que, para llegar a la puerta de la casa, hemos de atravesar un poco de patio; unos cuantos pasos para llegar a los tres peldaños que separan la puerta de entrada del patio.
Al abrir la puerta principal, también protegida con accesos electrónicos de seguridad, podemos contemplar a mano derecha una pequeña sala, con tres sillones distribuidos en escuadra, y una mesa de servicio al centro, donde se puede platicar bastante bien mientras se puede contemplar el jardín a través de las grandes ventanas al descorrer las cortinas. Del lado izquierdo, un pequeño estudio, con estantes también en escuadra, un sillón y un escritorio estilo colonial para tareas.
Contiguo a la sala de estudio, está el comedor, y al lado del estudio, está un pequeño cuarto, cerrado, con acceso restringido y que hace de mi pequeño lugar de aislamiento, donde ayer estuve descansando y disfrutando de un pequeño escape en realidad virtual. Pasando estas estancias, llegamos a la cocina, que, aunque no es muy grande, cuenta con todo lo necesario para hacerla funcional, y un pequeño antecomedor. Al lado de la cocina, contiguo al cuarto de estudio, digo, el cuarto de aislamiento, está el baño. Y, entre el baño y la cocina, está la escalera que lleva al segundo piso.
Así que nos dirigimos a la cocina. Allí, lo primero que hicimos, fue beber un poco de agua. Sacamos nuestros refrigerios y, antes de comenzar, mis bellas invitadas me pidieron pasar al baño a lavarse las manos. Luego de esta breve escala, ya nos dispusimos a disfrutar de nuestros refrigerios, charlando, como era de esperarse, de las bondades que brindaba mi casa, la distribución de las habitaciones, los muebles, la decoración, extrañándoles que viviera solo. Bueno, después continuamos la charla con una taza de café; claro, un café para Susana y para mí, y un buen vaso de jugo para la pequeña Dana, quien, maravillada no dejaba de preguntar por todos los objetos que adornaban el interior de la casa; le había encantado y creo hasta soñaba con mudarse a ella…
Al poco rato, el jugo hizo su efecto, y Dana se acercó a su mamá para susurrarle unas palabras que no alcancé a percibir. Por supuesto, con toda naturalidad Susana me pidió las disculpara un momento, pues ocupaban ir al baño. Así que levantándose de sus sillas se dirigieron al lugar solicitado. Por el camino, la pequeña se quedó observando el interior de una gran sala que estaba un poco en penumbra; la puerta, por descuido, la había dejado entreabierta y se podía curiosear un poco desde fuera. Era una puerta un poco escondida entre las escaleras y el baño, pero, para el ojo inquisitivo y curioso de la pequeña, ese detalle no se iba a escapar.
Una vez que se sintieron aliviadas y dejaron el baño, la pequeña, sin dilación, insistió en entrar en aquella habitación. Aquel lugar, aquella estancia, a la cual yo denominaba como mi pequeño calabozo alquímico, y donde pasaba largas horas armando equipos electrónicos, arreglando desperfectos de artefactos del hogar, investigando, programando PLC's, haciendo búsquedas en internet, creando configuraciones, actualizando softwares, en fin, todo lo que este mundo de la automatización exigía para estar a la vanguardia.
Pues bien, para ser afable con la pequeña, y con el consentimiento de Susana, entramos a mi Laboratorio electrónico. Aunque muchos de los dispositivos allí desparramados por todos lados le eran familiares tanto a la pequeña Dana como a su progenitora, tales como multímetros, cables, resistencias, caimanes, lámparas led multicolores, osciloscopios, fuentes de poder, y, por supuesto, pantallas y computadoras, no tardó mucho en quedarse maravillada al observar ciertos equipos extraños que le eran totalmente desconocidos y que para mí ya me resultaban familiarmente aburridos.
- ¿Qué rayos es esto? - preguntó la pequeña Dana.
- ¡Dana! ¿Qué forma de hablar es esa? Exprésate con mayor educación - la reprendió su mamá, cuando estaba por articular palabra para dar respuesta a la niña. Y una vez se hizo una pausa de silencio, y a la pequeña no pareció tomarse muy en serio el reproche hecho por su madre, pues seguí absorta viendo el PLC, le contesté:
- Eso que tienes frente a ti es un PLC. Un PLC marca Siemens. Es una CPU S7-300, que sería la línea o modelo de esos PLC's. Hay otras variantes y te las puedo mostrar. Voy a...
- ¿Y para qué sirve un PLC? - me preguntó la pequeña sin dejarme continuar en mi explicación. Y atendí a su duda para iniciar una extensa explicación que sería de interés tanto para la pequeña como para su mamá.
- Un PLC es -contesté-, en términos sencillos, un dispositivo electrónico parecido a una computadora que sirve controlar una máquina o un proceso. Se utiliza mucho en la industria, donde el ambiente es muy hostil.
- ¿Podemos prenderlo? ¿Puedo ver cómo funciona? - me preguntó Dana.
- No, Dana, ya nos tenemos que ir; ya vendremos otro día - interrumpió su mamá.
- Pero, mamá, no sé nada de estos equipos y quiero conocerlos, aunque sea un poco; no creo demoremos mucho, ¿verdad? - preguntó la pequeña dirigiendo su mirada hacia mí.
- No... no lo creo; puedo ser breve para que no les haga tarde - contesté.
- Está bien; pero no queremos tampoco interrumpir sus asuntos - comentó Susana, a lo que le repliqué:
- Claro que no; no tengo ningún pendiente para el resto del día, más que atender a mis distinguidas invitadas.
- ¡Sí! - fue el monosílabo que salió de los labios de Dana. Y proseguí mi explicación, a modo de preguntas y respuestas para evaluar el grado de conocimiento de mis interlocutoras.
- Bien. Podemos prender el PLC... dame un minuto, Dana, sólo conecto la fuente de alimentación a la toma de corriente y... sube ese interruptor... - le pedí a la pequeña
- ¿Éste? ¿No me dará una descarga? - preguntó temerosa la pequeña.
- No; claro que no; es seguro subirlo.
Hecho esto por parte de Dana, el equipo encendió varios leds verdes, naranjas y rojos, los cuales parpadearon por unos momentos, y luego, algunos se apagaron y otros quedaron encendidos. La CPU estaba en modo "RUN", operando de manera satisfactoria. Tras este breve éxito, proseguí:
- Mira, ahora el PLC está encendido y funcionando perfectamente.
- ¿Y qué hará ahora? -preguntó la pequeña. Una pregunta un poco complicada de responder, dado el contexto, o mejor dicho, por desconocer del contexto industrial en el que se instalan esto equipos. Para muchas personas, por supuesto que es normal que carezcan de cualquier conocimiento respecto a un PLC. Así que, proseguí como una pregunta:
- ¿Qué hará ahora?, me preguntas. Bueno, te pregunto, ¿qué quieres que haga? Un PLC, como te comentaba, puede controlar una máquina o proceso, máquinas sencillas, máquinas complejas; procesos sencillos, procesos complejos. Tenemos qué imaginar, entre otras cosas, para qué lo utilizaremos, qué queremos que controle, qué equipos le vamos a conectar, sensores, botones, válvulas, lámparas, actuadores, relevadores, motores... en fin, podemos hacer casi todo lo que puedas imaginar, Dana. Pero, para que trabaje, no sólo ocupa conectarle sensores y botones, lámparas y válvulas; también ocupamos elaborar un programa en el cual le digamos la PLC cómo hará sus tareas de control. ¿Me voy explicando, Dana?
- Creo que sí; es algo que no he visto en la Universidad. Sólo que para mí todo esto es nuevo y sólo imagino una fábrica ruidosa con gente corriendo por todos lados y tirando latas, y químicos al suelo por doquier, trabajadores conectando peligrosamente cables y dándose peligrosas descargas eléctricas, y máquinas fuera de control arrojando toda clase de productos por el aire causando un gran desastre... ¿Es así como funciona todo esto?
Susana y yo nos reímos un poco, y quedé aterrorizado que pensara que así eran las cosas en la industria. Una vez vuelto a la cordura, le respondí con voz serena:
- Tienes mucha imaginación, Dana; me sorprendes. Pero no; no suele ser así el ambiente en una planta industrial. Hay mucho ruido en casi todas las fábricas, sin embargo, ese ambiente caótico que concibes no es común en casi ninguna planta. Las cosas tendrían que ponerse realmente mal para que sucediera eso. El ruido es normal, hasta cierto punto, pero la gente trabaja de forma sosegada dentro de la planta, sin andar corriendo para todos lados. Un día nos pondremos de acuerdo para que visiten una fábrica por dentro para que no se queden con una imagen poco realista de ese mundo. ¿Qué les parece?
- ¡Sí, me encantaría! - exclamó Dana. Y su mamá añadió:
- Quizá algún día; esos ambientes me parecen amenazantes; bueno, es un prejuicio personal... Pero sí, me gustaría conocer una fábrica por dentro. La única fábrica que conocía era mi cafetería... más ahora... - expresó Susana, con voz un poco cortada...
- Lo siento -agregué, aunque ya había prometido no decir tantos “Lo siento”; creo este era apropiado para el contexto del momento.
- Muy bien, Dana - dijo Susana -; es hora de volver a casa.
- Está bien, mami. Pero quiero aprender más de los PLCs. No creo sea complicado; ¿verdad?
- ¡Claro que no! - respondí - Sólo es tener paciencia y consistencia, además de saber un poco de inglés, de electricidad y computación. Y aquí las espero para cuando quieran regresar, aprender, y reírnos un rato.
- Todo eso lo domina mi pequeña de hace tiempo; ya no sé ni cuántos idiomas entiende; no los habla todos, pero sí los entiende. Pero, bueno, has sido muy amable, y también espero regresar pronto, pues, me da pena decirlo, pero Dana ocupa entregar algunos trabajos para la Universidad, y este magnífico laboratorio le servirá bastante, si tuvieras la amabilidad de apoyar a mi pequeña de vez en cuando mientras arreglo mis asuntos. Siento mucho las molestias que esto te ocasionaría; pero si no aceptas, también está bien - comentó Susana, dirigiéndose a mí.
- Son muchos “lo siento” – le respondí en tono de broma, para añadir enseguida:
- Pero, por supuesto que no es ninguna molestia; tengo todo mi tiempo disponible y me encantaría ayudar a tu pequeña con mi conocimiento y experiencia; además, hace rato que no doy un curso de capacitación, y sería un buen momento para retomar la enseñanza. Así que tendré bien surtida la nevera con sus jugos favoritos, y alguna nieve de chocolate.
Nos encaminamos a la camioneta y las llevé de vuelta a la ciudad; nos despedimos, no sin antes anotar recíprocamente nuestros teléfonos y seguir en contacto.
Regresé a casa ya al atardecer luego de comprar algunos víveres; pero tenía una sensación extraña, la cual sería mi acompañante hasta ya muy avanzada la noche; como era de esperarse, le echaba la culpa al bio-chip... Algo terminaba; algo empezaba... Habría qué descubrirlo...
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[Continuará...]
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